viernes, 18 de octubre de 2013

¿SABES QUÉ ES LA AMISTAD?

Es no tener miedo a la verdad;
no tener que ocultar.
Respetar en silencio las decisiones tomadas
aun cuando no se esta de acuerdo en ellas.
No cuestionar.
Saber escuchar y saber callar.
Apoyar u dar un abrazo fraterno,tener solidaridad.
No aprisionar.
Saber decir en el momento preciso
las palabras adecuadas,sin tener que buscarlas.
No confundir la franqueza,con la ofensa.
Es aceptar que nadie es perfecto y  que por lo tanto nadie es exento de cometer errores.
Apoyar en las decisiones y en los momentos difíciles sin mencionarlo previamente.
Es respeto mutuo.Generosidad.
Es compartir,dar sin esperar recibir.
Amistad para mi es:                                         


 !!! JUSTO LO QUE ENCONTRÉ EN TI!!!!!

LA CAPERUCITA ROJA

Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó. En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.

MAXIMILIANO Y LOS FANTASMAS

Maximiliano notó al otro peatón al doblar en una esquina. En una zona lejana del cielo nocturno se estaba formando una tormenta, y un viento cargado de humedad recorría aquella calle desolada. 
Sucesivas inundaciones habían alejado a la gente de allí, y las viviendas se hallaban vacías y estragadas.
Maximiliano pensó que había tomado una mala decisión al cortar por esa zona, pero igual siguió.
El otro peatón iba detrás de él.  Cuando el desconocido apuró el paso para alcanzarlo, Maximiliano se volvió rápidamente.

- Hola -lo saludó el tipo, sonriendo-. Disculpe, señor, ¿tiene hora? 
- Son las dos y media -le contestó, acercando el reloj a su cara, para no perder de vista las manos del otro. 
- Gracias.

El desconocido no tenía apariencia de ser un malviviente. Maximiliano lo evaluó con la mirada. El tipo parecía ser un debilucho de carácter tímido. Maximiliano intuyó que aquel joven quería alcanzarlo para no atravesar aquella zona solo. Por eso le dirigió otras palabras mientras avanzaba nuevamente, como invitándolo a que lo acompañara:

- Creo que anunciaron lluvia, y por este vientito parece que no le erraron. 
- Cierto. El aire está enrarecido, debe ser la humedad, y en esta parte de la ciudad la sensación parece más fea. No sabía que esta parte estaba tan así, tan abandonada; es como un barrio fantasma. 
- Es un barrio fantasma -afirmó Maximiliano-, y seguramente dentro de esas casas andan algunos.
- ¿Usted ha visto alguno hoy? -preguntó el muchacho, y miró hacia varias casas.
- No. Dije eso en broma.
- ¿No cree en fantasmas?  
- No, francamente no.
- Yo estoy empezando a creer, porque hasta la esquina sentía que me seguían, pero no había nadie. Ahora esa sensación se fue, creo. 
- La apariencia del lugar lo habrá sugestionado. 
- Puede ser. Espero que fuera eso -y echó otra mirada en derredor mientras caminaba. 

Siguieron juntos unas cuadras. Maximiliano doblaba en la próxima esquina, y al llegar a ella se despidió de su casual compañero de caminata: 

- Aquí doblo yo. Que le vaya bien, joven. Adiós. 
- ¿Dobla aquí…? Bueno, que le vaya bien, señor -dijo el joven, evidentemente sorprendido, y sin ganas de seguir solo. 

A Maximiliano le dio algo de pena: “Pobre tipo. Tiene miedo”, pensó. Cuando se había separado unos pasos, volteó, y vio que detrás del otro se deslizaba la aparición de una niña toda blanca. En ese mismo momento la aparición giró la cabeza hacia él, luego desapareció.  
Después sintió que algo lo seguía, y esa sensación aterradora lo acompañó hasta que salió del barrio fantasma
.

viernes, 11 de octubre de 2013

EL PUMA VALIENTE

Chaski era un joven pumita que habitaba los andes peruanos.una tarde, cuando ejercitaba sus piernas, corriendo libre y feliz por una pendiente freno su marcha al reparar que su amiga chinita, la vizcacha mas cotizada de la región, le hacia señas con una de sus patitas:” tu, que eres el rey de los andes le dijo chinita al acercaser debes ayudarnos o de lo contrario los cazadores terminaran por exterminarnos”
Chaski que era hijo menor del rey, aparento valentía ante su pequeña amiga, pero afloro su timidez cuando ella grito: ”¡cuidado!” el pumita corrio a esconderse detrás suyo solo era una arañita y Chaski actuó como un cobarde lejos de burlarse, chichita  lo alentó y le dijo: seras el puma mas valiente del mundo. Mañana unos cazadores trataran de atrapar a mi familia y tu vas a defendernos los cazadores perseguian a las vizcacha por su valiosa piel chaski plidecio y lloriqueando le recordo a su amiga: no te olvides que soy un cobarde: y chinita le dijo ¡bah, toma este brebaje y te convertiras en un puma muy valiente.

UN HOMBRE INTELIGENTE

Esto ocurrió el año pasado.

Los muchachos de cierto barrio en el distrito de… tenían la fea costumbre de correr e insultar a un pobre hombre, harto llamándolo borracho y otras cosas peores. El hombre, harto de los insultos, resolvió de una vez por todas solucionar el problema. Reunió gran cantidad de monedas de 50 céntimos y salio a la calle. Busco enseguida a los muchachos y les dijo:
-Lo que ustedes  me paran diciendo me da un gran gusto…  y a todo aquel que quiera repetirmelo muchas veces gritando tras de mi, le dare 50 céntimos.
Y diciendo y haciendo, empezo a entregarles las monedas. Los muchachos creyeron volverse locos de contento, no podian creer su buena suerte llegaron a quedarse roncos de tanto gritar…
Al dia siguiente, la misma repartición de monedas y los mismos gritos, al tercer dia, igual, al cuarto día…lo mismo, pero al quinto dia el hombre salio a la calle a buscar a los muchachos y les dijo:
-¡Lo siento mucho chicos!, hoy no tengo dinero. Pero como ustedes son tan buenos, se que me fiaran gritando lo mismo. El hombre, disimulando una sonrisa, se alejo satisfecho.