Un cojo y un ciego caminaban juntos, con dirección a un pueblo cercano al suyo, donde tenían que resolver, a una hora determinada, algunos asuntos de familia.
Llegaron a un río, que por lo general podría cruzarse fácilmente, ya que su caudal era de un régimen irregular, porque el mayor tiempo del año solía encontrarse seco.Pero debido a una intensa lluvia caída la noche anterior al viaje de ambos, hizo que su caudal aumentara.!Que fatalidad¡, dijo el cojo, con esta corriente no podre cruzar el río, de ningún modo podría sostenerme con la única pierna que me queda.
El ciego, que podía oír perfectamente el estruendo del agua, comento en cambio: mis piernas son fuertes, yo si podría cruzar, pero como no veo, temo caer en una poza ahogarme sin remedio.
Los dos se lamentaban de su mala suerte, ya que si daban un rodeo para llegar a un puente, distante de donde se encontraban, perderían mucho y llegarían tarde al pueblo, donde les esperaba los asuntos familiares por resolver.
Pero el cojo tuvo una idea y luego agrego: si nos unimos podemos cruzar.
-COMO, pregunto el ciego.
-Tu me cargas, porque tus fuertes piernas aguantaran mi peso, y mis buenos ojos te guiaran con destreza, respondió el cojo.
Al ciego le pareció buena la idea.Entonces, ni corto ni perezoso cargo sobre sus hombros al cojo, y de inmediato se adentro en el río.
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